La reciente asistencia de los presidentes de Nicaragua, José Daniel Ortega Saavedra, y de Cuba, Miguel Mario Díaz Canel Bermúdez, a la toma de posesión del tercer periodo del presidente venezolano, Nicolás Maduro Moros, han encendido fuertes reacciones en Suramérica, el Caribe y más allá. Este evento, cargado de simbolismo político, ha irritado especialmente a los sectores de derecha en la región. Estados Unidos y Europa, quienes ven en esta júntanza una reafirmación del bloque de izquierda que desafía su influencia.
Por: Jefferson Montaño Palacio
La presencia de Ortega y Díaz Canel no fue solo un acto protocolar; este encuentro simbolizó un respaldo poderoso a Maduro y su modelo de gobierno en este país vecino. Este hecho provocó reacciones de indignación entre críticos de estos gobiernos de izquierda, quienes los acusan de ser ejemplo de autoritarismo y de socavar los derechos fundamentales. Sin embargo, podemos ver expuesta la capacidad de estos Estados-nación para resistir presiones internacionales y reafirmar su soberanía.
El
simbolismo de este encuentro en la posesión va más allá de la región. En un mundo
en donde las tensiones geopolíticas son cada vez más intensas, la presencia de los
presidentes de Cuba y Nicaragua, en Caracas, puede interpretarse como un
mensaje directo a Estados Unidos y sus aliados; un bloque de izquierda que no están
dispuestos a ceder ante las sanciones ni mucho menos, a las narrativas que
buscan desacreditar sus modelos políticos.
Para
la derecha internacional esta reunión fue un golpe simbólico. El hecho de que
estos líderes, movimientos e intelectuales, se mantengan en el poder a pesar de
las sanciones, los bloqueos económicos y las críticas constantes pone en
entredicho la efectividad de las estrategias occidentales para aislarlos. Además,
la narrativa de resistencia frente al intervencionismo que promueven estas
naciones.
De
hecho, es importante analizar también las contradicciones internas de estos
gobiernos. Venezuela, Cuba y Nicaragua, enfrentan una crisis económica que
afectan directamente a sus pueblos. Si bien las sanciones externas juegan un
papel importante, también es verdad que las políticas internas y la falta de
transparencia han agravado estas coyunturas.
El
apoyo mutuo entre estos países es un acto de supervivencia política. Para Maduro,
con Ortega y Díaz-Canel en su ceremonia de posesión no solo refuerza su
narrativa de resistencia, sino que también proyecta la imagen de un líder respaldado
internacionalmente, algo crucial y clave en un momento de aislamiento diplomático.
Por
su parte, la región se encuentra en una encrucijada ideológica. Mientras que
algunos gobiernos de izquierda en Suramérica, buscan distanciarse de las
figuras más autoritarias del continente, otros, como los asistentes a Caracas,
apuestan por mantener su lealtad y postura de confrontación directa contra
Estados Unidos y sus aliados. Esto dificultaría los avances para construir consensos
regionales que permitan aborda y resolver problemas comunes.
En
contraposición, otros países de la región han adoptado una postura más distante
o crítica hacia el gobierno de Maduro. Esta polarización se ha agudizado en los
últimos años, con algunos gobiernos promoviendo sanciones y aislamiento diplomático
contra Venezuela, mientras que otros abogan por el diálogo y el respeto a la soberanía.
Igualmente, pone de manifiesto las divisiones internas de organismos regionales
como la Organización de Estados Americanos (OEA), y la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Mientras que algunos integrantes abogan
por la unidad y la cooperación, las diferencias ideológicas dificultan la
articulación de una agenda común.
Para
los países democráticos de la región, esta reunión plantea una pregunta clave: ¿Cómo
responde la influencia de estos países de Nicaragua y Cuba, sin contar a Rusia
y China, sin recurrir a estrategias que perpetúan la polarización? La
respuesta podría estar en cada uno de nosotros de forma individual; podría ser ¿Qué
estamos haciendo para que nuestra familia tome más conciencia de cada una de
sus acciones?
Por último, la toma de posesión de Maduro, es una señal inequívoca de que el bloque de izquierda sigue vivo y dispuesto a desafiar el orden establecido. Para bien o para mal, este acto marca un nuevo capítulo en la lucha ideológica de Suramérica y el Caribe, una región que aún busca reconciliar sus diferencias para construir un futuro más estable y justo para la familia extensa.
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