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Doctrina Monroe: 200 años de EE. UU. dueño de Latinoamérica

Doctrina Monroe: 200 años de EE. UU. dueño de Latinoamérica

Doctrina Monroe: 200 años de EE. UU. dueño de Latinoamérica

En su texto “El panamericanismo: de la doctrina de Monroe, a la doctrina de Johnson”, el maestro y pensador Alonso Aguilar Monteverde, nos dejó trazada con maestría la evolución de la política exterior de los yanquis en el vasto escenario del continente americano. Como narrador lúcido de la historia, el cual nos sumerge en la idea de que el panamericanismo, lejos de ser un lazo fraternal entre Estados-naciones, ha sido una fina herramienta hegemónica de EE.UU.; envuelto en el velo de la cooperación y la unidad continental.

 

Por: Jefferson Montaño Palacio

La doctrina Monroe, emitida por el presidente de EE.UU., James Monroe, en 1823, con su célebre lema “América para los americanos”, ha sido un pilar fundamental de la política exterior de los yanquis hacia América Latina durante los últimos 200 años. En esencia, esta doctrina estableció que cualquier intervención de Europa en los asuntos de los países americanos sería vista como una intromisión, acto seguido de agresión contra los Estados Unidos.

Si bien la doctrina Monroe fue inicialmente concebida como una declaración de independencia y protección para las nuevas repúblicas latinoamericanas, con el tiempo se convertiría en una poderosa herramienta para justificar la intervención militar de EE.UU. en la región. De hecho, a lo largo de los siglos XIX y XX, Estados Unidos utilizó la doctrina para expandir su influencia política y económica en América Latina, a menudo en detrimento de la soberanía y la autodeterminación de los países latinoamericanos.  

Por otra parte, la doctrina Monroe ha sido objeto de divergentes interpretaciones y controversias durante varias décadas. Algunos la defienden viéndola como un instrumento de defensa contra el colonialismo europeo, mientras que otros la critican como una justificación para el imperialismo yanqui. Sin embargo, más allá de las diferentes perspectivas, es innegable que la doctrina Monroe ha moldeado, persuadiendo en sus entrañas mediante encomiendas, (mandados) las relaciones entre EE.UU. y América Latina. 

Somos testigos en pleno siglo XXI de cómo la doctrina Monroe continúa siendo relevante en las relaciones interamericanas. Si bien los yanquis ya no invocan la doctrina de la misma manera que en el pasado, su influencia aún se puede sentir en la política exterior del presidente Donald Trump, su estrategia para salvaguardar los intereses geopolíticos un legado muy complejo y controvertido que ha marcado profundamente la historia de las relaciones entre EE.UU., América Latina y el Caribe, en 200 años, de su creación.

La ambigüedad de la doctrina de intervención estadounidense.

Podemos ver cómo en 1880 el presidente estadounidense Rutherford B. Hayes, bajo el pretexto de prevenir el intervencionismo militar europeo, propuso que los yanquis tuvieran el control sobre cualquier canal interoceánico construido en el continente americano. Esta postura sentó las bases para la posterior intervención militar estadounidense en Panamá, donde en 1903 lograron separarlo de Colombia y consolidar el control sobre el canal, que había sido abandonado por Francia en 1888.

Años después, en 1904, el presidente Theodore Roosevelt amplió esta doctrina con la política del "gran garrote", justificando la intervención en países latinoamericanos para proteger los intereses económicos de empresas estadounidenses. Este enfoque permitió a los yanquis reorganizar gobiernos y consolidar su influencia en la región bajo el argumento de estabilidad y progreso.

Sin embargo, esta doctrina ha sido aplicada de manera selectiva y ha sido objeto de fuertes críticas por parte de académicos y líderes políticos. En varias ocasiones, EE.UU., ha intervenido militarmente con rapidez, mientras que en otras ha guardado silencio ante agresiones extranjeras en América Latina. Ejemplos de esta doble moral incluyen la ocupación británica de las Islas Malvinas en 1833, ante la cual no hubo reacción por parte de los Yanquis. Tampoco intervinieron durante el bloqueo naval francés a Argentina entre 1839 y 1840 ni frente a la ocupación española de República Dominicana entre 1861 y 1865.

A lo largo de los años, esta postura ha evolucionado, pero el principio de velar por los intereses estadounidenses en el extranjero sigue vigente. Durante el gobierno de Donald Trump, la política exterior de EE.UU. se caracterizó por una postura más unilateral y proteccionista, donde la intervención directa fue menos frecuente, pero el uso de sanciones económicas y presión diplomática se ha convertido en una herramienta clave en el país del norte.

La historia demuestra que el intervencionismo estadounidense ha sido una constante con diferentes matices según el Gobierno de turno. Lo que queda claro es que, más allá de las justificaciones ideológicas, los intereses económicos y geopolíticos han sido el motor principal de estas estrategias, generando un debate que sigue vigente en la actualidad.

Cierro con lo siguiente: según Hegel, la historia sigue un proceso dialéctico en el que las ideas y las estructuras políticas se repiten, pero en un nivel de desarrollo. Esto no significa una repetición exacta, sino un ciclo de tesis, antítesis y síntesis, donde las formas de gobierno evolucionan a partir de los conflictos y resoluciones anteriores. Karl Marx, reinterpreto esta idea con su concepto de “repetición histórico”, afirmando que los acontecimientos y figuras históricas tienden a aparecer dos veces; la primera como tragedia, la segunda como farsa.  


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