El adiós de un amigo
“Cuando
un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de
otro amigo”. Cuánta realidad cobran estas palabras de Alberto Cortés. “Cuando
un amigo se va queda un tizón encendido, que no se puede apagar ni con las
aguas de un rio”.
Por: Pedro Hernando González Sevillano
La palabra “amigo,” en Baudilio, se magnifica porque él
es el arquetipo que materializa su verdadera esencia y la convierte en el
horizonte de lo más bello y sublime del ser humano. Este es Baudilio, el
hermano fraterno, solidario, el del abrazo sincero y sonrisa abierta, el de la
chispa adelantada. Y hablo en presente, no en pasado, porque el amigo Baudilio
no ha muerto ni morirá jamás. Solo ha cruzado la línea de lo contingente y
pasajero para alcanzar la plenitud de lo trascendente y eterno.
Hoy, Guapi y el Pacífico entero, están tristes, están de
luto porque uno de sus mejores hombres se ha montado en su canoa mareña, con su
canalete y su vela y ha emprendido el viaje de regreso al Oriente Eterno para
fundirse en un abrazo sublime con el Arquitecto del Universo quien lo acompaña
en su entrada triunfal a la inmortalidad:
Al conocer su partida, las olas del mar detuvieron su
impulso, el viento del suroccidente silenció su fuerte rumor, las gaviotas y pelícanos detuvieron su vuelo,
el manglar se vistió de barro y el rio Guapi detuvo el vaivén de su marea
porque el cantor, el poeta, el investigador, el que canta y cuenta su
existencia, ha cerrado sus ojos y ha callado su voz, esa voz que resuena en
todos los espacios del universo académico, unido a esa pluma privilegiada que
rescató la historia verdadera de los pueblos excluidos y que hoy sus libros
completan nuestras bibliotecas y engalanan nuestros anaqueles.
En el panegírico que escribe el poeta William Barrios, se
lee: “Baudilio fue abogado, escritor y académico; un educando de tesis doctoral
laureada, sencillo, sereno y, como compete a los grandes, jamás se endiosó ni
tuvo acartonamiento alguno, dejó para otros las banalidades del mundo y la
frivolidad de los espíritus pobres. Él estuvo por encima de todo, conoció el
secreto de la alquimia que transforma en oro el corazón de los hombres y logró
entender los mensajes de los pergaminos que algún día escribieron sus
antepasados para que los nietos supieran el valor de la libertad y de la
existencia humana”.
En su lucha por la reivindicación de sus hermanos del
Pacífico está su legado y es la bandera de quienes seguiremos su ejemplo bajo
la consigna de que ya es hora de romper definitivamente las cadenas del
oprobio, la exclusión y la marginalidad de los afrodescendientes del mundo
entero.
Descansa en paz inolvidable amigo, mientras tanto, seguiremos cantando: “cuando un amigo se va un árbol se ha caído y ya no vuelve a brotar porque el tiempo lo ha vencido”.
Estas palabras se las dedico el Ph.D: Pedro Hernando González
Sevillano, el 12 de marzo en el campo santo Cementerio Metropolitano del sur a
su gran amigo maestro Baudilio (q.e.p.d.).
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