Hollman Morris: la transformación de RTVC
Con un marcado espíritu crítico
y reflexivo, pero en un apego casi inevitable a los hechos de la realidad que
dan cuenta de los fenómenos, el maestro Ignacio Ramonet pone en cuestión la razón
y la palabra. La comunicación ha sobrepasado su estado óptimo, su punto
culminante, para entrar en una fase en la que todas sus cualidades se
transforman en defectos y todas sus virtudes en vicios.
Por:
Jefferson Montaño Palacio
El
ideal del periodismo como "cuarto poder" ha sido absorbido por
intereses económicos que han convertido a los medios en herramientas de
dominación más que de vigilancia ciudadana. En lugar de fiscalizar a los
poderes políticos y económicos, los grandes conglomerados mediáticos han
terminado fusionándose con ellos, estableciendo narrativas que legitiman el
statu quo y marginan las voces de las nuevas ciudadanías.
La
concentración mediática es una de las mayores amenazas a la democracia de un
Estado-nación. Un puñado de corporaciones controla la mayoría de la información
que consumimos, limitando la pluralidad y favoreciendo una agenda homogénea que
refuerza intereses privados. América Latina y Europa no son la excepción: en
estos territorios, los grupos hegemónicos direccionan lo que se considera
noticia y lo que debe quedar en la sombra.
Esta
monopolización no solo influye en la información, sino también en la percepción
de la realidad. La manipulación mediática impone discursos simplificados,
descontextualizados y diseñados para reforzar una ideología dominante. La
información deja de ser un derecho para convertirse en un producto, en el que
el beneficio económico pesa más que la verdad. La nueva ciudadanía ya no recibe
una visión crítica de los hechos, sino una versión moldeada para el consumo y
la conformidad, es decir, (el eco, el ruido o el chisme de pacillo).
El
problema se agrava cuando los medios no solo concentran el poder informativo,
sino que también estrechan sus vínculos con sectores políticos y económicos. En
el caso de Colombia, en muchas ocasiones, los conglomerados mediáticos actúan
como actores políticos, promoviendo candidatos (muñecas de la mafia) y
deslegitimando opositores. La frontera entre el periodismo y la propaganda se
vuelve difusa, erosionando la credibilidad de la prensa y debilitando la
democracia.
Ante
este panorama, es urgente la democratización de los medios de comunicación.
Romper con los oligopolios mediáticos es clave para garantizar una información
diversa, accesible y efectiva. Los medios alternativos, comunitarios y digitales
son ejemplos de resistencia que buscan devolver la voz a quienes han sido históricamente
silenciados por el modelo neoliberal. Sin embargo, la política pública de
medios alternativitos que se viene fomentando en el país; sin su sostenibilidad,
desarrollo y articulación, estos medios alternativos quedan relegados a un
segundo plano frente al poder de las grandes corporaciones, como nos recuerda
la retina.
La
libertad de expresión no debe ser un privilegio de las élites mediáticas. Es
hora de cuestionar quién controla la información y al servicio de quién están
realmente los medios de comunicación. Solo una ciudadanía crítica y
comprometida podrá desafiar este orden y construir una comunicación
verdaderamente democrática. La educación mediática es esencial para que la
sociedad pueda identificar sesgos informativos y exigir una prensa más
responsable y transparente.
En
medio de este panorama, es necesario reconocer los esfuerzos y el liderazgo por
transformar el modelo de comunicación en todo el territorio nacional. RTVC, el
sistema de medios públicos de Colombia, el cual ha logrado avances
significativos. La gestión Hollman Morris ha sumado a su equipo de trabajo,
consolidando una apuesta por la descentralización, la pluralidad y el
fortalecimiento de sus trabajadores. Esto demuestra que un medio público puede
ser un espacio de resistencia frente a la concentración privada y una
alternativa viable para democratizar la información.
En
lugar de centralizar la producción y difusión de contenidos en la capital, ha
llevado recursos y gestión a las regiones, permitiendo que las historias
locales cobren protagonismo en la agenda nacional. Este cambio no solo enriquece
la oferta informativa, sino que también democratiza la manera en que se narran
los hechos del país, brindando voz a sectores tradicionalmente segregados del
debate público.
Se ha
reconocido en RTVC el trabajo étnico y de periodistas indígenas y
afrodescendientes, entre otros, lo que se traduce en una mirada más diversa y
representativa de la realidad colombiana. Esto, sin duda, fortalece la
democracia informativa y ofrece a las nuevas ciudadanías una perspectiva más
rica y variada de los acontecimientos de orden nacional. Hollman, ha apostado
por un modelo que descentraliza la comunicación y fortalece la producción
local, un cambio de paradigma necesario en el ecosistema comunicacional
mediático colombiano.
Por
otra parte, es cierto que en cualquier gestión pública existen desafíos y
críticas, pero reconocer lo que se ha hecho bien es fundamental para seguir
avanzando. Un medio público fuerte y descentralizado es una garantía de
democracia y equidad informativa. RTVC ha dado pasos importantes en esa
dirección y, si bien queda camino por recorrer, es justo destacar los logros
alcanzados en favor de un periodismo más inclusivo y representativo en nuestro
Estado-nación.
Finalmente, el maestro Ignacio
Ramonet, en su texto “razón y palabra”, advierte de manera frontal y clara que
estamos ante una “tiranía totalitaria e imperialista de una comunicación total”,
que ejerce una auténtica opresión sobre los ciudadanos, asumiendo en su función
liberadora que ejerció durante mucho tiempo. La comunicación hoy es una
obligación absoluta que inunda todos los aspectos de la vida social, económica,
cultural y política.
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