Tan empobrecidos como hoy lo somos nosotros
El panorama actual nos debe
invitar a revisar las propuestas promovidas por los funcionarios de las
entidades del gobierno, sin importar el gobierno, pues muchos de estos obedecen
al mandato de monopolios y no a las exigencias del pueblo. Históricamente los
oligarcas han promovido el monocultivo dejando la industrialización para ellos,
generando una dependencia que nos liga a sus decisiones, y esto les ha
permitido imponernos sus condiciones, tal como sucedió con la Tagua, donde
nunca tuvimos botones; o con el caucho para las llantas de Henry Ford, pero
nunca tuvimos vehículos, y hasta hoy ni carreteras; o el monocultivo de palma
de aceite, aunque nunca nos hayamos fritado un solo pescado con plátano en
aceite de nuestra propia planta de refinación.
Por: Carlos
Adalberto Angulo Góngora
Para desarrollar un proyecto
pertinente a las condiciones específicas de esta realidad se necesita la
experiencia del pueblo, su reflexión sobre las prácticas de los modelos
históricamente ensayados, y cómo estos incidieron de manera determinante sobre
nuestra realidad. Más allá del precario laberinto en el que se planifica una
alternativa a la presencia de los cultivos de uso ilícito, sin que ningún
gobierno haya logrado un resultado significativo hasta ahora, hay que manifestar
que mientras este proceso se haga condicionado por las decisiones o por las
interpretaciones que tenga el Gobierno de los Estados Unidos, Colombia no podrá
jamás erradicar dichos cultivos de su territorio.
La sustitución de cultivos de
uso ilícito es posiblemente más costosa que pagar la deuda externa de Colombia,
porque es necesariamente un proceso de desarrollo de esa parte de Colombia
históricamente excluida, que necesita un intenso impulso modernizador que nos
proporcione un desarrollo integral del país, que hasta hoy escapa al alcance y
visión de la gran mayoría de instituciones del Estado. Para ello, se requiere
de un diálogo amplio, franco y sincero, de tal manera que podamos evaluar las
propuestas, los modelos, las alternativas que nos ofrecen para superar este
momento de dificultad.
Pensémonos en la posibilidad
de planificar un modelo idóneo para el territorio, el cual debe tener un
robusto sistema educativo que sea capaz de explicarnos con lujo de detalles el
verdadero significado de nuestra presencia, y sobre todo la magnitud de nuestro
aporte voluntario y obligado a los procesos de construcción de esta nación. Con
esos elementos iniciales podremos fácilmente identificar las fortalezas de
nuestro territorio, sólo así diseñaremos una propuesta pertinente a nuestra
geografía, en la que quepan sectores como la industria naval, y todas las áreas
conexas a esta que apunten a desarrollar las potencialidades de nuestro
territorio.
Nuestra producción debe permitirnos un
comercio subregional que nos conecte con nuestros hermanos del litoral pacífico
colombiano, que además nos permita un intercambio con los pueblos del sur del
continente a través de la binacional, y por supuesto, a través del mar,
extendiendo nuestros alcances hasta llegar a las nuevas economías en todo el
pacífico mundial.
Este intercambio no solo
fortalecerá nuestra economía, sino que nos permitirá inspirarnos con los logros
que han obtenido pueblos que hace muy poco eran tan empobrecidos como hoy lo
somos nosotros, pero que, gracias a un proceso de lucha organizada han logrado
transformar positivamente su vida de una manera bastante significativa.
En relación con el cacao, he
escuchado que se pretende sembrar un millón de árboles en Tumaco, promovido por
la empresa NUTRESA. Ante este anuncio, debemos dejar claro que se está
generando una crisis de la producción de cacao a nivel mundial, por la manera
desproporcionada como se taló la selva tropical de aquellos países de África
que representan la mayor producción de cacao en el mundo. Teniendo en cuenta
que una de las banderas del gobierno actual es la protección del medio
ambiente, estaríamos frente a una enorme contradicción, que sea justo este
gobierno, el que apoye el impulso de dicha iniciativa.
Sin embargo, hay iniciativas
que mitigan la gravedad del impacto ambiental, pues las técnicas desarrolladas
por nuestros abuelos concebían un ambiente diverso, donde el cacao ocupaba un
rol principal acompañado por maderables de la región, palmas de coco,
chontaduros, naranjos, pan coger, proporcionando un sistema ambientalmente más
sostenible; este es el enfoque que hoy necesita tener mayor profundidad.
Queda pendiente abordar la discusión que nos permita evaluar
detalladamente la relación que históricamente ha existido entre el productor
primario y el transformador industrial de ese producto.
A los medios de
producción de la tierra y del trabajo que se requiere para desarrollar
monocultivo, se les ha otorgado toda la importancia y el beneficio, de tal
manera, que con su capital y su maquinaria ha condenado al empobrecimiento a
las familias que se dedican a producir cacao, caña, palma, café.
En este sentido, hoy debemos
pensarnos en un nuevo modelo que les permita a las familias ser
socias—accionistas de las multinacionales que se dedican a la transformación de
monocultivos, cualquiera que este sea, alcanzando un muy buen precio inicial
por la materia prima, y logrando un porcentaje de la ganancia obtenida por la
transformación y comercialización del producto final. O mejor aún, que el
Estado desarrolle una política para que nuestro país se convierta en una
potencia industrial en la producción y transformación del cacao en chocolate,
de igual manera con todos los cultivos que desde hace muchos años han sido
desarrollados sobre la lógica de monocultivo para materia prima, a una
producción ambientalmente sostenible para una transformación en los lugares de
origen, así lograremos los primeros pasos de un modelo de desarrollo integral,
urgente para Colombia
Un ejemplo para ambientar lo
planteado hasta ahora, es sin lugar a duda que, los
agricultores Suizos son reconocidos por la producción de leche, pues
bien estos con el apoyo de su gobierno han logrado una economía láctea que
ofrece al mercado los mejores quesos del mundo, generando tantos ingresos que
de seguro un agricultor suizo puede comprar el mejor chocolate del cacao que
proviene de Colombia, para el consumo de su familia, mientras que un agricultor
de la costa pacífica colombiana, difícilmente puede consumir los mejores quesos
del mundo que son de origen suizo, ya que el nivel de sus ingresos no se lo
permite, sin importar que el cacao colombiano, especialmente el proveniente de
nuestros territorios, esté entre los de mejor calidad en el mundo. En esencia
nuestros campesinos no se quedan con la gran mayoría de los recursos qué
proporciona el negocio del chocolate, por no contar con un proceso de
desarrollo y transformación industrial.
Finalmente, de no tomar
acciones al respecto, solo nos espera repetir la historia del norte del Cauca,
muy bien contada por Mateo Mina, en su libro: Esclavitud y libertad en el valle
del rio Cauca. El modelo que intentan profundizar aquí, inicio de la misma
manera, hace casi un siglo en el norte del cauca y otras regiones de Colombia,
empobreciendo a las comunidades al punto que estas terminaron por perder sus
pequeños minifundios, concentrándose de esta manera, la tierra en los
latifundios que hoy contratan a los nietos de los antiguos propietarios en los
mismos terrenos, bajo la más precaria explotación laboral de nuestro tiempo.
Esta es la segunda entrega de
la columna de opinión. “Cacao por Coca: es como apagar el fuego con gasolina”,
del hermano Carlos Adalberto Ángulo Góngora, para terceraRAÍZTV.com
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