La
administración de Donald Trump ha intensificado su ofensiva contra el derecho
de protesta en los campus universitarios de Estados Unidos. En una carta
enviada a 60 instituciones de educación superior, el gobierno advirtió que
podrían perder fondos federales si no garantizan la seguridad de los
estudiantes judíos.
Por: Isabel
Cortés
La
medida se inscribe en un patrón de acciones represivas tras las protestas
propalestinas de 2024, que llevaron a la cancelación de subvenciones
millonarias y al arresto de activistas.
La
sombra de Columbia y la represión a la protesta.
El
precedente más inmediato de esta escalada fue la sanción contra la Universidad
de Columbia, que perdió 400 millones de dólares en subvenciones federales tras
ser señalada por presuntamente permitir un ambiente hostil para los estudiantes
judíos. Además, el estudiante palestino Mahmoud Khalil fue arrestado por
agentes de inmigración bajo cargos de haber liderado manifestaciones
propalestinas en el campus. Pese a residir legalmente en el país, Khalil
enfrenta un proceso de deportación que ha generado protestas de organizaciones
de derechos humanos.
Según
la Oficina de Derechos Civiles del Departamento de Educación, liderada por
Linda McMahon, las universidades deben garantizar el acceso ininterrumpido a
sus instalaciones y proteger a los estudiantes judíos de lo que la
administración describe como "hostigamiento y discriminación".
Sectores
progresistas y organizaciones de derechos civiles sostienen que se trata de un
ataque directo contra la disidencia política y la defensa de los derechos de
los palestinos. "Estamos viendo una criminalización de la protesta sin
precedentes", señaló un portavoz de la American Civil Liberties Union
(ACLU).
Harvard
y la amenaza de recortes millonarios.
La
ofensiva del gobierno también ha puesto en la mira a la Universidad de Harvard,
cuya financiación de 9.000 millones de dólares está bajo revisión por
acusaciones de "antisemitismo". El secretario de Estado, Marco Rubio,
anunció que más de 300 estudiantes han visto revocados sus visados por
participar en las manifestaciones propalestinas.
La
secretaria de Educación, Linda McMahon, justificó la posible suspensión de
fondos asegurando que Harvard "ha fallado en proteger a sus
estudiantes". En respuesta, el rector de la universidad, Alan Garner,
alertó sobre las graves consecuencias de estas medidas: "Si se detiene esta
financiación, se paralizarán investigaciones que salvan vidas y se pondrá en
peligro la innovación científica".
En
un correo dirigido a estudiantes y profesores, Garber enfatizó que, “aunque
Harvard ha trabajado para combatir el antisemitismo con iniciativas de
sensibilización y normas más estrictas, cualquier reducción presupuestaria
afectaría áreas clave de investigación e innovación”. Sus declaraciones llegan
en un momento crítico, cuando el gobierno federal endurece su postura frente a
instituciones que permiten o promueven protestas propalestinas en sus campus,
lo que ha generado un intenso debate sobre los límites de la libertad académica
y la autonomía universitaria.
El
anuncio de Garber coincidió con una carta firmada por 94 profesores de la
Facultad de Derecho de Harvard, quienes denunciaron lo que consideran una
erosión del estado de derecho bajo la administración Trump.
“Estamos
unidos en nuestra condena de las tácticas de intimidación, la discriminación
por puntos de vista y los intentos de la administración de utilizar al
Ejecutivo como arma contra el Estado de derecho. No ignoramos que ataca a
profesiones y grupos cuya existencia e independencia son vitales para cualquier
atisbo de democracia estadounidense”.
Este
conflicto pone en evidencia una tendencia preocupante: el uso de medidas
punitivas para reprimir expresiones legítimas de protesta, un fenómeno que no
solo afecta a EE.UU., sino que resuena en instituciones educativas de todo el
mundo.
Un
panorama incierto para la educación superior en EE.UU.
La
presión del gobierno federal para reprimir las protestas propalestinas ha
generado un clima de temor entre los estudiantes y académicos, especialmente
aquellos con estatus migratorio vulnerable.
El
caso de Mahmoud Khalil ha servido de advertencia para otros activistas, algunos
de los cuales han optado por recibir clases en modalidad virtual para evitar
posibles arrestos. Mientras tanto, las universidades intentan equilibrar la
protección de la libertad de expresión con el cumplimiento de las exigencias
gubernamentales.
Detenciones
e intentos de deportaciones.
En
los últimos días, el Gobierno de Trump ha empleado violentas medidas contra los
estudiantes que se manifestaron en apoyo a Palestina en distintas universidades
de Estados Unidos.
Yunseo
Chung, estudiante surcoreana de la Universidad de Columbia, que había vivido en
EE.UU. desde los siete años y era residente legal, denunció el pasado 24 de
marzo que la Policía migratoria había acudido a su residencia y a la casa de
sus padres. Las autoridades alegaban que su estatus migratorio había sido
revocado, un argumento común en estos casos. Dos días después, una jueza de
Nueva York impidió la deportación de Chung, pues no había "evidencia de
que pueda ser un peligro para la comunidad".
Mahmoud
Khalil, estudiante palestino que lideró las marchas también en Columbia, no ha
corrido la misma suerte y permanece detenido. La Administración de Trump lo
acusa de tener vínculos con Hamás, algo que aún no se ha demostrado.
Rumeysa
Ozturk, una estudiante turca que cursaba un doctorado en la Universidad de
Tufts (Massachusetts), también fue detenida por haber sido coautora de un
artículo de opinión publicado en el periódico de su universidad en 2024. En el
texto, pedía a la institución dejar de financiar empresas con vínculos con
Israel. Esta detención ha generado una fuerte reacción entre organizaciones de
derechos humanos, que ven en su caso un ataque directo a la libertad de
expresión y un intento de criminalizar la disidencia académica.
La gobernadora de Massachusetts, Maura Healey, ha exigido explicaciones a la
Administración Trump, denunciando que el caso de Ozturk evidencia una
utilización arbitraria del poder migratorio para reprimir a quienes ejercen su
derecho a la opinión. “Donald Trump dijo que iba a perseguir a los delincuentes
y sacarlos de las calles; pero cada vez más, lo que vemos es lo contrario”,
declaró Healey. La jueza Denise Casper, del Tribunal de Distrito de EE.UU. en
Massachusetts, ha emitido una orden para impedir su deportación mientras su
caso es revisado, subrayando que “no se ha presentado ninguna evidencia de que
Ozturk represente una amenaza”.
El
caso de Ozturk resalta la creciente preocupación por la criminalización de la
disidencia académica en EE.UU. Organizaciones internacionales han denunciado
que este tipo de detenciones sientan un peligroso precedente para la libertad
de expresión y el derecho a la protesta. La persecución de estudiantes
internacionales que critican la política exterior estadounidense o las acciones
de Israel en Gaza plantea serias dudas sobre el respeto de EE.UU. a los
principios democráticos y a los derechos humanos.
Ante esta creciente ofensiva contra la libertad académica y el derecho a la protesta, la comunidad internacional no puede permanecer indiferente. Universidades, organismos de derechos humanos y ciudadanos del mundo deben alzar la voz para rechazar cualquier intento de censura bajo pretextos políticos. La defensa de la educación como un espacio de pensamiento crítico y debate libre es un pilar fundamental de las sociedades democráticas. La historia ha demostrado que cuando se ataca el conocimiento, se socavan los valores de justicia y libertad; evitar que esto ocurra es una responsabilidad global.
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